El Tesoro de la Catedral de Morelia
En una de las leyendas de Michoacán se narra que en la ancestral ciudad de Morelia, denominada entonces Valladolid, en un cuesta de la loma de Santa María se hallaba el ingreso a un túnel que cruzaba la ciudad y estaba obstruido por unas cuantas inmensas piedras. No había construcciones en esos terrenos, ya que eran de propiedad del ayuntamiento. Los vecinos de las áreas cercanas señalaban que de ese túnel provenían gritos de pánico.Hace mucho tiempo una banda de ladrones había resuelto hurtar las riquezas que ellos sabían que se hallaban en una habitación especial de la Catedral de Morelia. Los ladrones habían resuelto ingresar a ese cuarto accediendo por el túnel de Santa María del cual se sabía que llegaba hasta la Catedral. Se adentraron y al arribar al lugar señalado comenzaron a excavar el piso del cuarto de los tesoros.
En tres ocasiones los ladrones lograron robar sin que nadie se diese cuenta de los faltantes en el tesoro. No obstante, cierto día el obispo estaba requerido de una pieza que era parte del tesoro y la mandó a buscar. Al no ser conseguida por el responsable de buscarla, éste lo notificó y un grupo de religiosos se dedicó a chequear el inventario con los objetos disponibles. De inmediato se percataron de que faltaban muchas cosas que debían estar allí.Todos se enteraron de los robos los cuales se estiman habían venido ocurriendo por los últimos tres años. Las autoridades hicieron investigaciones más nunca pudieron capturar a nadie ni hallaron explicación de cómo habían podido ingresar los ladrones del tesoro. Les denominaron los “robos enigmáticos”
Pero aunque los ladrones se enteraron de que los religiosos ya se habían percatado de los hurtos y se les estaba buscando, resolvieron repetir sus desvelamientos e ingresar de nuevo al recinto del tesoro. En un par de oportunidades más pudieron llevarse dinero y un cofre colmado de monedas de oro.Cierta noche, uno de los monjes ingresó a la habitación y se consiguió con tres hombres que estaban introduciendo oro en una bolsa. Al verlos el cura alertó a todos los religiosos de la catedral, los cuales sumados a los criados que se les aunaron se adentraron por el túnel por el que habían huido los ladrones para seguirlos y capturarlos. Todos iban rápidamente por el túnel cuando un repentino temblor provocó su derrumbe dejando a los religiosos atrapados.
Soldados llegaron para intentar sacarlos, cuando se percataron de que después del área derrumbada, el túnel se separaba en dos partes. Una de las cuales iba hacia el oriente y arribaba al sótano de un mesón, y la otra les llevaba hasta la entrada de la loma de Santa María. En ninguna de ellas consiguieron a los malhechores, quienes se habían desvanecido enigmáticamente. Y jamás se supo de ellos.
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